Una operación industrial que busca perdurar necesita algo más que eficiencia y normatividad: requiere estructuras organizacionales diseñadas para sostener relaciones éticas, decisiones técnicas sólidas y compromiso con su entorno humano y ambiental.
En 2014, el ingeniero australiano Mike Sondalini publicó Industrial and Manufacturing Wellness: The Complete Guide to Successful Enterprise Asset Management. El libro nació en un contexto de creciente presión sobre la industria para responder no solo con productividad, sino también con integridad técnica, social y ambiental.
En sus páginas, Sondalini propuso una idea: una planta puede operar con el mismo rigor funcional con el que un cuerpo humano se mantiene saludable. Su propuesta no era una metáfora; era una metodología que cruzaba la ingeniería de confiabilidad, la gestión de activos y la cultura organizacional.
El término “Manufacturing Wellness” introducido en este documento va más allá del cumplimiento normativo. Implica diseñar, operar y mantener los sistemas de producción de manera que se reduzcan al mínimo los fallos, las pérdidas, los riesgos y las cargas innecesarias, tanto sobre los equipos como sobre las personas.
Frente a él, el concepto tradicional de EHS (Environment, Health and Safety), si bien indispensable, se queda en la barrera mínima de la operación segura. Wellness no solo evita el daño, sino que busca construir condiciones permanentes de alto desempeño humano, técnico y económico.
Sistemas densos
De forma paralela, el concpeto EHS (Environment, Health and Safety) bajo el que se ha agrupado un conjunto de prácticas, políticas y sistemas destinados a proteger el medio ambiente y a garantizar la salud y seguridad de los trabajadores; ha sido durante décadas el estándar de referencia en plantas de manufactura.
Su marco se apoya en la regulación legal y se traduce en protocolos para evitar lesiones, contaminación o enfermedades derivadas del trabajo. Evalúa y controla riesgos, implementa programas de ergonomía, equipos de protección y monitoreo ambiental. El EHS también se encarga de capacitar al personal y registrar incidentes para que no se repitan. Su fuerza reside en su enfoque preventivo.
Por su parte, el enfoque de wellness no está limitado a evitar el error o la falla. Busca que el sistema esté diseñado de manera que las fallas estructurales, los errores humanos repetitivos o el uso excesivo de energía y recursos simplemente no ocurran. Desde la elección de materiales hasta los ciclos de mantenimiento, pasando por la forma en que se capacita al operador o se rediseña una estación de trabajo, el wellness aplica principios de confiabilidad, gestión de activos y mejora continua para lograr una “planta saludable”.
Tecnologías como los sensores IoT, los sistemas de monitoreo de condición, el mantenimiento predictivo y las plataformas de gestión de activos alineadas con la norma ISO 55001 han permitido ampliar la visión de wellness hacia una dimensión técnica concreta. Estas herramientas permiten tomar decisiones basadas en datos sobre cuándo intervenir una máquina, cómo ajustar un proceso o dónde rediseñar una línea de ensamble para reducir fatiga, microparos o riesgos de calidad.
Circuitos éticos
Es cada vez más evidente que el entorno industrial está cada vez más orientado a la transparencia, los compromisos ambientales y el bienestar laboral. Como parte de un proceso evolutivo, el enfoque de wellness comienza a conectarse con temas más amplios como la gobernanza corporativa, la sostenibilidad de la cadena de valor y la retención del talento. Empresas que integran estos principios no solo buscan eficiencia operativa, sino coherencia entre lo que declaran como propósito y lo que hacen en sus plantas.
La diferencia entre EHS y Wellness también es visible en su origen: el primero nace de la obligación legal; el segundo, de una decisión de diseño. Mientras EHS revisa si los procedimientos se cumplen, Wellness interroga si esos procedimientos son sostenibles, eficientes y humanos desde su concepción.
En la práctica, ambos enfoques deben coexistir. EHS establece los límites operativos mínimos, los controles de riesgo y la cultura de seguridad. Wellness los toma como punto de partida y plantea un sistema industrial robusto, con personal capacitado para anticipar fallos, con tecnologías pensadas para promover el autocuidado y con procesos en los que la variabilidad esté controlada desde la raíz.
Los sistemas industriales que se sostienen en el tiempo no son aquellos que operan al límite de la regulación, sino los que se construyen sobre principios firmes de diseño, compromiso ético y responsabilidad técnica.
Manufacturing Wellness no reemplaza a EHS; lo trasciende, lo asimila y lo supera al convertir la prevención en una práctica de diseño y operación, no en un mecanismo de corrección. Mientras el primero cumple, el segundo construye. En ese tránsito, la industria puede dejar de ver la salud como un costo y comenzar a entenderla como parte de su propia arquitectura de confiabilidad.
Una planta bien diseñada no solo produce; ¡también cuida!