Operaciones sostenibles con hidrógeno verde

Hidrógeno verde

La incorporación del hidrógeno verde en procesos industriales podría ser un punto de inflexión en la manufactura. Más que una alternativa energética, promete ser un puente real hacia operaciones limpias y resilientes, ligadas a estrategias globales de sostenibilidad.

El hidrógeno verde está encontrando un lugar en la manufactura, pero no como un concepto meramente futurista, sino como una herramienta concreta para transformar operaciones intensivas en energía. La base tecnológica es conocida: la electrólisis separa el hidrógeno del agua mediante electricidad proveniente de fuentes renovables. Lo novedoso es su inserción en los procesos que históricamente han dependido de carbón, gas natural o derivados del petróleo. Aquí no se trata de cambiar un combustible por otro de manera simbólica; se trata de rediseñar el modo en que sectores enteros producen calor, energía y materiales.

En la siderurgia, por ejemplo, el hidrógeno verde ya sustituye parcialmente al carbón en hornos de reducción directa. Esta sustitución elimina emisiones asociadas a la quema de coque y abre la puerta a lo que se denomina acero verde, un producto cada vez más solicitado por cadenas globales de valor.

En la industria química, el uso de hidrógeno como materia prima en lugar de gas natural se ve como una opción en la producción de amoniaco y metanol, ambos esenciales para fertilizantes y plásticos. La manufactura de vidrio y cemento, igualmente intensiva en calor, también ya experimenta la viabilidad de hornos alimentados con hidrógeno en lugar de combustibles fósiles.

Transformación

Más allá de casos piloto, el reto es escalar estas aplicaciones. Para una planta de manufactura, incorporar hidrógeno verde implica mucho más que instalar electrolizadores. Se requiere adaptar hornos, calderas y sistemas de combustión a un gas que tiene un comportamiento diferente al del metano o el carbón. Implica también crear infraestructura de almacenamiento y transporte dentro de los parques industriales.

Este tipo de inversiones no son menores, pero responden a una tendencia inevitable: los mercados internacionales exigen productos con menor huella de carbono, y la manufactura mexicana no puede ignorar esa condición.

De esta manera, el hidrógeno verde se convierte en un componente de las estrategias de sostenibilidad corporativa. No solo reduce emisiones directas, también contribuye a dar cumplimiento a compromisos de neutralidad climática, exigencias regulatorias y certificaciones ESG. Al integrar esta tecnología, las empresas en México también aseguran acceso a cadenas de valor europeos y estadounidenses que ya aplican mecanismos de ajuste de carbono en frontera. Lo que hoy puede verse como una decisión tecnológica, en realidad es un movimiento estratégico para garantizar continuidad en exportaciones y competitividad en cadenas de suministro.

En el plano operativo, el hidrógeno verde también ofrece una función de resiliencia. Plantas que ya generan electricidad renovable pueden almacenar excedentes en forma de hidrógeno y reutilizarlos cuando la demanda aumenta. De esta manera, la manufactura asegura continuidad en operaciones críticas sin depender exclusivamente de la red eléctrica o de combustibles fósiles importados.

El impacto en planta

Cuando se habla de sostenibilidad industrial, la discusión suele centrarse en eficiencia energética o reciclaje de materiales. Sin embargo, el hidrógeno verde introduce un nivel distinto: permite intervenir en procesos de base, aquellos donde no basta con electrificar maquinaria. Esto lo convierte en un elemento clave dentro de las hojas de ruta hacia el Net Zero, particularmente en industrias donde la intensidad térmica es alta.

Para muchas empresas de manufactura en el país, esto podría representar la oportunidad de adelantarse a las regulaciones y posicionarse como proveedora de insumos de bajo carbono. Con su papel creciente en el nearshoring y la atracción de inversiones industriales, en México esta adopción no es marginal. Una planta que incorpore hidrógeno verde puede ofrecer a sus clientes internacionales un valor agregado en términos de sostenibilidad que va más allá de los costos de producción.

El impacto final no está en el laboratorio ni en los informes corporativos, sino en el piso de planta: hornos que cambian de combustible, calderas adaptadas, montacargas que dejan atrás al diésel. Cada paso implica rediseñar rutinas operativas y repensar la relación entre energía y producción. Es ahí donde el hidrógeno verde deja de ser discurso y se vuelve una palanca para transformar la manufactura en operaciones sostenibles.

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