La gestión eficiente de la energía es en un pilar fundamental para las empresas que buscan optimizar costos y minimizar su impacto ambiental. En México, el sector industrial representa aproximadamente el 33.4% del consumo energético total, siendo el segundo mayor consumidor después del sector transporte.

La eficiencia energética no solo reduce gastos operativos, sino que también contribuye significativamente a la sostenibilidad ambiental. Disminuir el consumo de energía sin comprometer la producción permite a las empresas reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, alineándose con los objetivos globales de mitigación del cambio climático.

Es por ello que arquitecturas como la Infraestructura de Medición Avanzada (AMI) emerge como una herramienta esencial. Este sistema integral combina medidores inteligentes, redes de comunicación y sistemas de gestión de datos, lo que permite una comunicación bidireccional entre empresas y proveedores de servicios públicos. A diferencia de los medidores tradicionales, los dispositivos AMI recopilan y transmiten datos en tiempo real sobre el consumo de energía, proporcionando información detallada que facilita la toma de decisiones informadas.

Energía digitalizada

La implementación de AMI en la industria manufacturera ofrece múltiples beneficios. Permite identificar patrones de consumo, detectar ineficiencias y optimizar el uso de maquinaria y equipos. Además, facilita la integración de fuentes de energía renovable y la participación en programas de respuesta a la demanda, donde las empresas pueden ajustar su consumo en función de las señales del mercado energético, aprovechando tarifas más competitivas.

La adopción de tecnologías digitales y orientadas a datos, bajo los conceptos de Industria 4.0, es crucial para mejorar los indicadores de uso de energía en las plantas de manufactura. La integración de Internet de las Cosas (IoT), análisis de datos e inteligencia artificial permite un monitoreo continuo y una gestión más eficiente de los recursos energéticos. Estos sistemas facilitan la predicción de fallos, el mantenimiento preventivo y la optimización de procesos, resultando en una mayor eficiencia operativa y reducción de costos.

En México, diversas políticas públicas buscan promover la eficiencia energética en el sector industrial. La Ley para el Aprovechamiento Sustentable de la Energía y su reglamento establecen las bases para impulsar el uso eficiente de la energía. Además, instituciones como la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (CONUEE) proponen instrumentos para facilitar medidas de eficiencia energética en la industria, incluyendo mecanismos económicos, financieros y de desarrollo de capacidades.

La tecnología como paliativo

No obstante, el sistema eléctrico enfrenta desafíos significativos para ofrecer una distribución eficiente y con la calidad de energía ideal para la industria. La infraestructura de transmisión y transformación eléctrica ha mostrado ser insuficiente para satisfacer la creciente demanda, lo que obliga a los desarrolladores a incurrir en elevados costos para asegurar derechos de demanda eléctrica.

Estos gastos adicionales, se deben a la necesidad de realizar costosas obras de conexión y refuerzo al sistema eléctrico, encareciendo los proyectos industriales y afectando la competitividad del sector.

Además, según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA), las pérdidas de electricidad en la distribución han experimentado un incremento preocupante, con un crecimiento anual de 27%. Estas pérdidas representan el 11.92% de la producción total de electricidad en el país, una cifra que contrasta notablemente con el promedio del 4.01% observado en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Esta ineficiencia en la distribución no solo implica un desperdicio de recursos energéticos, sino que también se traduce en mayores costos operativos y una menor calidad en el suministro de energía para los usuarios finales.

Las tecnologías disponibles para mejorar la eficiencia energética en las plantas de manufactura por lo tanto, son una opción que debe ser considerada para invertir. Los sistemas de gestión de energía basados en AMI permiten un control detallado del consumo, mientras que la automatización de procesos y el uso de sensores inteligentes optimizan la operación de equipos.

El costo de implementación de estas tecnologías ha disminuido en los últimos años, haciéndolas más asequibles para pequeñas y medianas empresas.

La transición hacia una gestión energética eficiente no solo es una respuesta a las crecientes demandas de sostenibilidad, sino también una estrategia competitiva en el mercado global.

Las empresas que adoptan tecnologías avanzadas y prácticas de eficiencia energética mejoran su rentabilidad, reducen su huella ambiental y fortalecen su posición en un entorno cada vez más consciente de la importancia de la sostenibilidad.

Con el apoyo de políticas públicas y la disponibilidad de tecnologías accesibles, incluso para pequeñas y medianas empresas, el camino hacia una manufactura más eficiente y sostenible podría estar al alcance, lo que beneficiaría tanto a las empresas como al entorno en el que operan.