El uso cíclico del agua en manufactura no depende solo de las empresas. La infraestructura de parques industriales, el diseño de las naves y la responsabilidad corporativa marcan la diferencia entre un recurso limitado y una estrategia sostenible.
El ciclo del agua en una planta de manufactura es un proceso técnico y económico que condiciona la continuidad operativa. Casos en México, como la planta de Nissan en Aguascalientes, ha evidenciado cómo la captación pluvial, el tratamiento interno y la recirculación permiten reducir la extracción de acuíferos en una zona con estrés hídrico.
La lógica detrás de estos sistemas no es exclusiva de la industria automotriz: cualquier instalación que utilice agua para enfriamiento, limpieza o pretratamiento de superficies enfrenta el mismo reto. La pregunta es cómo hacerlo asequible para un mayor número de plantas.
La asequibilidad comienza en la escala. Una planta aislada debe invertir en estanques, filtros y plantas de tratamiento, mientras que en un parque industrial se pueden diseñar sistemas comunes de captación pluvial, redes de distribución de agua reciclada y plantas de tratamiento centralizadas.
La infraestructura pública de alcantarillado y tratamiento define también el límite: si no existe capacidad para recibir descargas tratadas, las empresas deben construir esquemas de cero descargas en sitio. Esto eleva los costos iniciales, pero también abre la posibilidad de recircular agua para usos no críticos como riego, sanitarios y servicios de limpieza.
El diseño de las naves industriales influye directamente en la captación y aprovechamiento de la lluvia. Techos amplios, sistemas de canalización y depósitos interconectados convierten la superficie en infraestructura de almacenamiento.
Si desde la planeación del parque se integran estas soluciones, el costo unitario para cada empresa se reduce y la operación gana estabilidad. En el caso de Nissan, en Aguascalientes, los estanques de almacenamiento permiten cubrir hasta 40% de las necesidades de la planta, lo que demuestra que la ingeniería de diseño tiene un impacto directo en la reducción de extracción de agua subterránea.
Diseño funcional
Los sistemas de tratamiento y reúso no se definen únicamente por la tecnología, sino por la separación de corrientes dentro de la planta. Procesos de alta exigencia de pureza requieren agua filtrada o desmineralizada, mientras que usos secundarios pueden operar con agua reciclada de menor calidad. La clasificación de corrientes en origen es un factor de diseño tan relevante como el tipo de membrana o reactor biológico que se instale.
La recirculación en sistemas de enfriamiento, la recuperación de purgas en torres y el uso de tecnologías híbridas que combinan enfriamiento evaporativo y seco son opciones que reducen la demanda de agua fresca. Del mismo modo, los módulos de tratamiento biológico con membranas permiten reutilizar aguas residuales en circuitos cerrados. La lógica es modular: una inversión inicial en equipos básicos puede escalarse con sistemas de mayor capacidad conforme se incrementa la producción.
La clave es entender que no se trata de adoptar la solución más compleja de inmediato, sino de diseñar un esquema de fases. Desde la separación de corrientes y la medición de consumos hasta la integración de membranas avanzadas, cada paso reduce la dependencia de agua nueva y distribuye la inversión en horizontes más largos.
Responsabilidad compartida
Un proyecto de gestión cíclica de agua no recae únicamente en las empresa. Los parques industriales tienen un papel central en habilitar la infraestructura común y en establecer reglas de descarga y reúso. Una política de “cero descargas” puede definirse a nivel de parque, con plantas de tratamiento colectivo y sistemas de redistribución de agua tratada. Este enfoque reduce la carga financiera en empresas individuales y multiplica los beneficios en términos de disponibilidad hídrica para toda la región.
Al mismo tiempo, las empresas deben asumir su responsabilidad social y ambiental. No se trata solo de cumplir con la norma, sino de anticipar escenarios de escasez que pueden detener líneas de producción. En áreas del país, sobre todo las más industrializadas, existe un estrés hídrico importante, lo que ponen en relieve que la continuidad operativa depende tanto de la logística de partes como de la seguridad en el suministro de agua. En este sentido, los programas de captación y reúso son más que una inversión ambiental: son una medida de mitigación de riesgo.
La presión pública y la expectativa de comunidades locales también juegan un rol. En regiones con acuíferos sobreexplotados, operar sin un plan de reúso puede convertirse en un problema reputacional, por lo que la inversión en infraestructura hídrica envía una señal de compromiso que, además de garantizar el suministro, genera legitimidad social para la operación de largo plazo. Los casos exitosos en México muestran que la gestión del recurso hidráulico en la industria puede convertirse en norma para la manufactura. El agua ya no puede asumirse como un insumo ilimitado. La asequibilidad de los sistemas cíclicos no depende únicamente de la tecnología, sino de la coordinación entre infraestructura pública, diseño de parques industriales y responsabilidad de las empresas. Integrar estas dimensiones no solo asegurará el futuro de la producción manufacturera, sino también definirá la viabilidad del desarrollo industrial en territorios con creciente estrés hídrico.